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Las dantzas vascas reivindican su futuro con 3.600 participantes en su día grande en Zamudio

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Un público de más de 8.000 personas disfruta con las actuaciones de los 64 grupos de toda Bizkaia participantes en el Bizkaiko Dantzari Eguna, que recupera su esplendor tras dos años suspendido por la pandemia

JOSÉ DOMÍNGUEZDomingo, 15 mayo 2022, 17:33

«Lero, lero-lilero, leroli-leroli-lerolilero... Diego, ¡que te está saliendo mal!». Los chavales del Mikeldi Dantza Taldea del barrio bilbaíno de Deusto practicaban los últimos pasos antes de la kalejira que iniciaba un Bizkaiko Dantzari Eguna que, tras dos años de suspensión obligada por la pandemia, ha recuperado todo su esplendor este domingo en Zamudio. 3.600 dantzaris han reivindicado un futuro ilusionante para el folclore vasco mostrando sus mejores bailes ante los más de 8.000 espectadores que, durante toda la mañana, han abarrotado el campo de fútbol de Gazituaga.

Más de 100 voluntarios se han encargado de garantizar que todo salga a la perfección bajo el control del grupo de danzas local Hiru Bat. «Es una responsabilidad organizar a tanta gente como la que ha venido este año, pero también una gozada poder volver a vivir estas sensaciones», se ha congratulado su responsable Blanca Aurtenetxe. A ellos recurrían muchos participantes como los responsables del Ibai Lorak de Zalla, que buscaban su puesto antes de la salida con mil ojos para que no se extraviara ningún pequeño mientras intentaban mantener su concentración repitiéndoles el ritmo internacional de las danzas vascas: «Lalelilero».

Más ajetreado se mostraba Fernando Cimadevilla en el Itxartu Taldea de Algorta. Uno de los puntos fuertes de su repertorio era el Kaxarranka, un baile cuya característica principal es que lo realiza un dantzari encima de una gran caja de madera, que tenían que llevar hasta el campo de fútbol. «La nuestra es de madera noble, castaño o algo así, y pesa demasiado y la kalejira siempre es uno de nuestros peores momentos», reconocía.

Ensayos en plena dictadura

Carlos Huidobro, del Gaurko Gazteak de Portugalete, también era el encargado de la kaxarranka en su grupo, pero el había decidido atajar en el camino hacia el campos de fútbol para no tener problemas. Porque en su caso, además de la voluminosa caja de madera, destacan los impresionantes remos con los que realizan sus pasos los dantzaris que rodean al protagonista.

A sus 75 años, Txema Morales también se esmeraba en prepararlo todo para el desfile de su grupo, Gorantzaileak de Sondika. Aunque estaba perfectamente ataviado para la ocasión, confesaba que no iba a participar directamente en los bailes, sino como «apoyo y responsable de fotografía». Él, matizaba, «ya he bailado lo mío, desde que con 14 años creamos el grupo Artxandape en el barrio bilbaíno de Ciudad Jardín». Y luego, antes de recalar en Sondika, estuvo muchos años en el Ballet Olaeta, «con el que mi mujer y yo hasta realizamos giras de tres meses por Estados Unidos». Tiempos «difíciles» recuerda, «cuando cada vez que salías de ensayar veías que te vigilaba uno de la 'secreta', que se les reconocía por la gabardina y por llevar una franja den un brazo«. Tiempos difíciles, insiste, «pero valientes, otra época, no solo bailábamos por amor al folclore, sino contra algo».

Hoy observa con satisfacción que los niños vuelven a llenar la aulas de ensayo de los grupos, aunque sigue viendo el futuro con cierta preocupación. «En el último dantzari eguna creo que había más, pero es peor con los jóvenes, que a ciertas edades nos abandonan por otras cosas», ha lamentado..

Un mal endémico en las danzas que el presidente de su grupo, Alberto Aurre, reconocía que hay que llevar con paciencia. «Somos unos 120 en el grupo y, es verdad que algunos chavales dejan de venir a ensayar, pero lo fundamental es que sigan manteniendo algún lazo, y a grandes actos como éste nunca nos fallan», ha apuntado.

Además, los enamorados de las danzas vascas «siempre acaban volviendo». De hecho, dentro de Gorantzaileak hay un grupo de 'nagusis', que se muestra más activo que nunca. Son unos 40 veteranos, «muchos de los cuales volvimos a bailar tras apuntar a nuestros hijos».

Algo parecido le ocurrió a Begoña Moya, una de las integrantes de Eusko Lorak de Sestao. «Mi hija Ainhara empezó con seis años y luego me metí yo en el grupo de aitas y amas». Ahora también lo hacen sus nietos Urara y Ugaitz.

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Las dantzas vascas reivindican su futuro